El hidrógeno verde es inherentemente carbono-neutral, ya que todo su ciclo de vida, desde su producción hasta su uso final, no genera emisiones netas de carbono. Se produce mediante la electrolisis del agua utilizando electricidad procedente de fuentes renovables como la solar, eólica o hidroeléctrica; este proceso consume únicamente agua y energía limpia, liberando oxígeno como subproducto. Cuando se utiliza el hidrógeno verde, ya sea en celdas de combustible para generar electricidad, en procesos industriales o para calefacción, reacciona con oxígeno produciendo energía y agua, sin emitir dióxido de carbono ni otros gases de efecto invernadero. Este ciclo cerrado garantiza que no se agregue carbono a la atmósfera, lo que lo distingue del hidrógeno gris (producido a partir de combustibles fósiles con altas emisiones) o del hidrógeno azul (de origen fósil con captura de carbono, que aún presenta emisiones residuales). Como portador de energía carbono-neutral, el hidrógeno verde es fundamental para alcanzar los objetivos climáticos globales, permitiendo que sectores como la industria pesada y el transporte de larga distancia se descarbonicen en casos donde la electrificación directa resulta difícil.
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